Dañar Con Palabras

 

Por: Jajam Salomon Michan Shlit"a

 

No importa la intención

 

Dice el Profeta Shemuel: “Tenía Peniná hijos y Janá no, y la hacía sufrir por causa de su privación, ya que Dios cerró su vientre”. 

 

El Midrash cuenta que Janá lloraba por las provocaciones de Peniná, al decirle que era más importante y mejor que ella; la prueba de eso era que ella tenía hijos y Janá no. 

 

Nuestros Sabios dicen que la intención de Peniná era conmover a Janá para inducirla a rezar con todo el corazón. A pesar de ello, cuando Janá comenzó a tener hijos, los de Peniná fallecían: por cada hijo que nacía de Janá, Peniná enterraba dos, hasta que luego del cuarto hijo de Janá, Peniná, por temor a perder a sus dos últimos hijos, fue a pedir disculpas a Janá explicándole que nunca su intención fue ofenderla o lastimarla, sino que era noble: ayudarla a que pudiera rezar con más fuerza. Janá la perdonó y pidió a Dios que los hijos de Peniná no sufrieran daño alguno. Y así fue. 

 

Preguntan: ¿por qué Peniná fue castigada, si realmente su intención era buena? La respuesta a esta incógnita es la siguiente: 

 

Es verdad que su intención fue noble, pero eso lo sabía sólo Peniná; a los ojos y los sentimientos de Janá eso era simplemente una provocación y una burla dolorosa. Más aún, cuando esto venía de parte de la segunda mujer de su marido (Janá y Peniná eran esposas del mismo hombre, Elkaná); por eso, en lugar de conseguir que Janá se inspirara en el rezo, lo que consiguió fue lastimarle el corazón —como vemos que dice el Midrash, que Janá lloraba—. 

 

Lo correcto hubiese sido que, si a Peniná tanto le preocupaba Janá, ella misma se hubiese puesto a rezar demostrando que, pese a ser la otra mujer de su esposo, pedía por ella. Sin duda esa Tefilá hubiera ayudado tanto a Janá como a ella misma.

 

Vemos claramente que a veces creemos estar haciendo una gran y buena obra, y nos convencemos de que nuestra intención es noble, pero no tomamos en cuenta que si con lo que hacemos lastimamos a alguien, en lugar de lograr un acto de justicia y de bien ocasionamos un dolor o quizás la mayor injusticia posible. 

 

Lamentablemente, en lugar de un pago por nuestra buena intención, lo que conseguiremos es un doloroso castigo por la acción. Eso pasó con Peniná.

 

Si tenemos realmente una intención pura debemos comenzar actuando nosotros, como debió hacer Peniná rezando ella. Hemos de saber que debemos realizar actos de justicia, pero no a cualquier precio; y antes de hacer cualquier cosa, aunque creamos que es una gran Mitzvá, es primordial estar atentos a que nuestra acción no esté hiriendo o lastimando a nadie. No sea que lo que creemos Mitzvá se convierta en el peor de los pecados; y lo que creemos estar generando como Mitzvot, digamos procrear hijos, termina siendo la pérdida de las Mitzvot que ya se tienen, como ocurrió a Peniná con sus hijos, hasta que reflexionó y notó su error, reparándolo y logrando entonces revertir su falta.

 

Esto se compara al fuego. Si una persona toca el fuego, incluso si no tiene la intención de quemarse o si no sabe que el fuego quema, a final de cuentas se quemará, ya que tal es la naturaleza del fuego. 

 

Lo mismo pasa con dañar a los demás. Incluso si no hay mala intención y al final se sintió mal, es como fuego y es capaz de matar (a quien habló o sobre quién se habló).